martes, 26 de agosto de 2008

LA CIVILIZACION ROMANA

Los etruscos, creadores de la primera gran cultura itálica, se ubicaban, hacia el siglo VII a. C., en la región que comprende desde el Arno al Tíber y desde los Apeninos al mar Tirreno. Cada ciudad estaba gobernada por magistrados y por un senado formado por nobles. La civilización etrusca era un conjunto de ciudades independientes gobernadas por una aristocracia terrateniente y comercial que nunca llegó a formar un imperio unitario.
Dominaban el comercio en el mar Tirreno, motivo por el cual pronto comenzaron las rivalidades con griegos y cartagineses.
A partir del siglo VI a. C. los etruscos iniciaron una doble expansión. Hacia el sur conquistaron Roma, estableciendo contacto luego con la Magna Grecia; hacia el norte ocuparon la llanura del Po.
Hacia el siglo VIII a. C., los latinos se habían establecido en el Lacio. El crecimiento de las aldeas hizo cada vez más imprecisos sus límites y se intensificaron las relaciones entre ellas. Esto fue dando paso a la conformación del núcleo de Roma, en su época inicial, entonces esta expansión provocó la unión de los latinos y el pueblo de los sabinos, que ocupaban las laderas del monte Quirinal.
Así surgió la Roma latino- sabina, que al principio estaba gobernada por reyes alternantes de las dos comunidades.


Monarquías romanas:
En la antigua sociedad romana existía una unidad social básica, la gens. Cada gens estaba formada por aquellos que reconocían un antepasado común.
La gens se componía de varias familias, en las que la autoridad indiscutida pertenecía al padre de familia. De él dependían su mujer, hijos, nietos, esclavos, ganado y tierras.
También existían en Roma personas excluidas de la organización que formaban la plebe, compuesta por campesinos y artesanos.
El gobierno de Roma estaba compuesto por un rey, que tenía poderes religiosos y militares, además del Senado y los Comicios Curiados.
Los reyes etruscos se apoyaron en la población más nueva de Roma y se enfrentaron con los patricios, descendientes de los primeros pobladores. A fines del siglo VI, se pudo lograr la expulsión de los etruscos por la presión de los patricios y la decadencia del poder de éstos ante los avances de griegos y cartagineses.
El fin de la monarquía dio lugar a un nuevo sistema de gobierno, la república.


Roma como república:
En esta época, Roma comienza la expansión por las costas mediterráneas. Esto la enfrentó con Cartago, que era otra potencia mediterránea que tenía entre otras ciudades, a Sicilia. Esta expansión la realizó mediante pactos con las ciudades y los pueblos y a través del ejército, que en ese entonces ya era uno de los más poderosos; en el 272 A.C ya había conseguido dominar toda la península.
Esta contienda con Cartago, más conocida como “Guerras Púnicas”, se divide en dos etapas:
Una va desde el año 274 al 246 a. C. Fue una disputa larga porque Roma era una potencia terrestre y Cartago una potencia marítima. Los romanos consiguieron el dominio del mar y Sicilia, Córcega y Cerdeña pasaron a ser provincias romanas.
La segunda etapa de la guerra Púnica va desde el año 218 al 202 a. C. Se originó cuando los cartagineses trataron de recuperar las pérdidas territoriales de la primera guerra.
Para ello, intentaron conquistar la península Ibérica, pero los romanos también querían el territorio y se opusieron. Se produjeron tensiones que en principio se solucionaron con el tratado del Ebro, pero el general cartaginés Aníbal rompió el tratado.
Luego Cartago logró vencer a los romanos en varias batallas y se preparaba para invadir Roma, pero decidió esperar por refuerzos procedentes de la península Ibérica. Roma aprovechó esta situación y envió a Cornelio Escipión a la península Ibérica, quien venció a los cartagineses.
De esta manera Roma quedó sin rivales y se extendió por todo el Mediterráneo.
La anexión de las provincias orientales al imperio influyó de manera decisiva en el desarrollo de la actividad industrial romana. La economía romana fue la más esclavista de la antigüedad. Los esclavos constituían la mano de obra ordinaria en los talleres urbanos y en las factorías estatales.
Esta expansión territorial produjo en Roma una crisis política y social, porque el territorio conquistado resultó que en realidad pasaba a manos de los grandes terratenientes y el reparto de las ganancias no se hacía en forma proporcional, más que nada se beneficiaba el orden senatorial.
Otro grupo que obtuvo importantes ganancias fue el de los caballeros que formaban el orden ecuestre. Éstos enriquecidos por el comercio, administraban la recaudación de los impuestos y, muchas veces saqueaban a los habitantes de las provincias.
Los Generales y Gobernadores tuvieron la posibilidad de enriquecerse ampliamente, ya que el derecho antiguo aceptado por Aristóteles y Tito Livio, reconocía al vencedor la propiedad de las tierras, bienes y personas de los países que se conquistaran en las luchas.
Si bien la conquista militar modificó la mentalidad de los primitivos romanos, condicionó también su desarrollo en el ámbito económico y político.
La defensa y organización del inmenso Imperio exigió el sostenimiento de un gran ejército y de una costosa administración.
Por ese motivo muy pronto se instauró el sistema del “Ager Publicus” o tesoro, que se nutría de confiscaciones e indemnizaciones pagadas por los países vencidos en la guerra.
Esta política de indemnizaciones no es nueva, pero Roma la puso en práctica en su más alto grado. Estos ingresos fiscales, que por cierto eran de valor considerable, no sólo se utilizaban para el mantenimiento y la ampliación de los organismos militares sino también para atender a la población romana; la mayor parte gente desocupada, soldados veteranos o incapacitados y antiguos servidores del Estado.
En cambio, para la plebe la conquista no significaba nada positivo, al contrario, ya que ella era quien sufría las consecuencias; muchos de los soldados al regresar de la guerra, encontraban a sus familias endeudadas y sus propiedades arruinadas. Los pequeños campesinos sufrían la dura competencia de los latifundios y del trigo barato que Roma importaba.
Así que la mayoría de los campesinos se marchaban para la ciudad, donde vivían en condiciones más miserables todavía o se alistaban en el ejército para tratar de sobrevivir.
El mundo romano no desarrolló lo que se podría denominar “la gran empresa”, sino más bien se dedicaban al trabajo en pequeños talleres o factorías. Lo que sí se podría destacar es la industria de material de construcción; debido al gran desarrollo del urbanismo y de las fortificaciones, éstas alcanzaron las mayores proporciones. Cabe destacar que ni siquiera las invenciones romanas como el vidrio fino, entre otras, se industrializaba; quizás se deba al elevado costo del transporte y a la baja capacidad de consumo de la población. En definitiva la producción industrial abastecía solamente, salvo excepciones, al mercado local.
El sistema político creado para gobernar una ciudad no se podía adecuar a un gobierno de tan extensos territorios, por eso la desigualdad entre los ciudadanos romanos y los habitantes de las ciudades conquistadas era causa de permanentes disturbios. La guerra social ocasionó el reconocimiento de los derechos de ciudadanía para todos los habitantes de la península Itálica, pese a esto, la agitación social no cesaba.
En el año 133 a. C., Tiberio Graco, líder de la fracción política conocida como Partido Popular, fue elegido tribuno de la plebe. Su objetivo era evitar la desaparición del pequeño propietario campesino, para eso presentó un proyecto de Reforma agraria, que limitaba la extensión de los latifundios formados con tierra estatal y favorecía la entrega de pequeñas parcelas a los ciudadanos pobres.
El proyecto de Graco parecía poder calmar un poco la inquietud social, pero el senado, que defendía los intereses de los grandes propietarios, lo demoró para que no pudiera ser aplicado. La cuestión se definió finalmente a favor de los más ricos y Tiberio fue asesinado. Su hermano, Cayo Graco, intentó continuar con el proyecto, cuando lo eligieron tribuno de la plebe en el 124 a. C., agregándole la Ley Frumentaria. Además, promovió el establecimiento de nuevas colonias y proyectó la concesión de derechos de ciudadanía a todos los habitantes de la península Itálica. A pesar de que muchos de los planes fueron aprobados, el Senado siguió interviniendo a favor de los más adinerados; la lucha continuó y el Partido Popular fue derrotado.
En el año 121 a. C., Cayo Graco se suicidó y la ley fue modificada a favor de los grandes propietarios adinerados.
Luego de esta tragedia, el Partido Popular nombró un nuevo jefe, Mario, nombrado cónsul en el 107 a. C. Impulsado por el problema del reclutamiento del ejército, enroló a todos los ciudadanos voluntarios. De esta manera, el ejército se convirtió en un medio para asegurarse un ingreso. El ejército dejó de estar a cargo del Estado para ser un organismo independiente, por lo que se convirtió en el más importante factor de poder.
En el 88 a. C., Sila, un militar bastante prestigioso que estaba a favor de los intereses del senado, fue nombrado cónsul. Aprovechando su ausencia de Roma, Mario recuperó el poder. Entonces, Sila, puso a su ejército en contra de Roma, destruyó al Partido Popular e impuso una dictadura que duró hasta el año 79 a. C. De esta manera, el senado recuperó todo su poder.
Mientras tanto, Cayo Julio César ascendía rápidamente en su carrera política. Fue elegido sucesivamente tribuno militar, cuestor, edil curul, gran pontífice, pretor, propretor de España y finalmente cónsul en el 60 a. C. César era una figura carismática que pronto se convirtió en líder del Partido Popular. A comienzos del año 58 a. C., el senado le otorgó el mando de la Galia.
Con su ejército, partió en busca de una guerra que lo popularizara aún más. En el último gran levantamiento de los galos, César logró hacer prisionero al jefe de éstos, e instaló la administración romana. Este triunfo logró la adhesión de numerosos soldados del ejército a su persona.

No hay comentarios: